Novela y liderazgo

En esta segunda parte del artículo de Felipe Sánchez se centraremos en  la novela “Las Puertas de Fuego” publicada en 1998 por el novelista y guionista estadounidense Steven Pressfield. La novela relata brillantemente la historia de la batalla de las Termópilas y de los eventos que conducen en los años anteriores a la misma, narrados por el único (ficticio) superviviente griego, Xeones.
Polis y empresa
El interés en el libro de Pressfield radica en que puede ser leído y entendido de un modo abierto como un manual de gestión de empresas para ejecutivos modernos. En él, se describe el modelo de sociedad guerrera instaurado en Esparta (una empresa), que cuenta con un senado (un consejo de administración) y un rey (un director general) encarnado en Leónidas.

Leónidas es el líder que entiende el lugar que ocupa su compañía (Esparta) en el mundo e identifica los retos y amenazas que se ciernen sobre la misma. Leónidas prevé acertadamente que tarde o temprano la confrontación con Persia llegará (“Escuchad esto y no lo olvidéis nunca: el persa vendrá”. Cap. 11). Por ello, como buen director general, establece una serie de objetivos a corto y medio plazo (la forja de una confederación griega contra el futuro enemigo) y fija una idea fuerte a más largo alcance (la lucha con Persia).

Llevándolo al terreno empresarial, y salvando las distancias, Esparta, como “empresa” local, estaba a punto de sufrir una salvaje “OPA” hostil por parte de Persia (una enorme multinacional) que convertiría a sus ciudadanos (trabajadores) en meros vasallos frente a un nuevo rey (director general) tiránico.


Las bases del liderazgo y de la dirección
El libro de Pressfield es también un fabuloso manual sobre el liderazgo y la conducción de grupos humanos. El propio Pressfield reconocía recibir correspondencia de muchos ejecutivos de grandes corporaciones estadounidenses y de mandos militares consultándole estas cuestiones.

En “Las Puertas de Fuego” descubrimos que el liderazgo del rey Leónidas se asienta en un sólido juicio y, fundamentalmente, en el ejemplo personal. El liderazgo espartano contrasta vivamente con el liderazgo persa en el transcurso de la historia. Mientras que el rey persa se hace construir una plataforma y un trono (Cap. 24) donde se hace servir refrescos para contemplar la batalla, el rey Leónidas luchará en la primera línea de batalla con sus hombres. Leónidas (o la figura del director general) anima a sus hombres y se compromete con ellos, empujándoles hacia adelante. Se pasea entre sus soldados, les llama por su nombre y es el primero en comenzar a fortificar el paso colocando piedras para levantar un muro.

Pressfield utiliza el humor para explicar esta posición de “primero entre iguales” que asume Leónidas. A la hora de acostarse al aire libre bajo una fría lluvia un soldado le pregunta a otro “¿Qué diferencia hay entre un rey y un oficial? La respuesta es sencilla: “El rey duerme en aquel agujero de allí y nosotros en este agujero de aquí” (Cap. 8). De igual modo, Diekenes, comandante de un pelotón, también se coloca siempre al frente de sus hombres. Su tarea (como ejecutivo) tiene una atribución principal “el autocontrol y la compostura, no sólo para sí mismo sino para que los hombres que estaban a sus órdenes siguieran su ejemplo”. Como Diekenes explica su trabajo consiste en “Llevar a cabo lo común en condiciones fuera de lo común”, (Cap.11).

Además, en la organización espartana cuanto más se subía en el escalafón militar, la responsabilidad aumentaba y a la vez mayor entrega y ejemplo se exigían. El caso extremo era el del rey “lo que resulta la carga más pesada, un rey la coge el primero y la deja el último. Un rey no exige el servicio a aquellos a los que dirige, sino que se los proporciona a ellos. Les sirve a ellos, no ellos a él” (Cap. 35).

¿Por qué es tan importante para un líder/director general dar el correcto ejemplo a sus empleados? Porque el ejemplo se gana la confianza del grupo, y esta confianza ganada otorga al líder autoridad.

La autoridad es el crédito y prestigio que se reconoce a alguien por su calidad y competencia en alguna cuestión. Esta autoridad conduce a que los que le rodean acepten sus órdenes libremente y no porque sean impuestas.

Leónidas posee la autoridad (“autoritas”) y también el poder (“potestas”), pero autoridad y poder no son lo mismo. El poder es la capacidad de las personas para mandar y ejecutar algo. En una organización consiste, en la capacidad de premiar (p.e. incrementar salarios) y castigar (p.e. despedir) a personas que están a su cargo (bajo su potestad). Si nos fijamos, el poder es conferido a alguien por otra persona (el presidente de la compañía, el consejo...) y se ejerce desde arriba de la estructura de la organización hacia abajo.

En el caso de la autoridad, ésta es conferida desde abajo hacia arriba, porque los empleados confían en las capacidades e intenciones del jefe. El poder se puede mantener, pero la autoridad se puede perder si se utiliza el poder de un modo injusto o no se usa cuando se debe. Ciertamente, todo el mundo conoce a jefes con poder, pero sin autoridad.

Motivando hombres libres

Dirigir una organización consiste en guiar al grupo hacia una meta u objetivo. El director coordinará sus recursos y motivará a los trabajadores para que obren de un modo determinado. Establecer una estrategia y unos plazos de ejecución es una tarea relativamente sencilla. Lo complicado viene cuando en la ecuación entra la componente humana de la organización, cuando el director general ha de encontrar las palancas que motiven a los trabajadores a hacer una tarea, pues los seres humanos son muy complejos y las razones que les impulsan a llevar a cabo determinadas acciones también lo son.

Buena prueba de esas acciones complejas y casi inexplicables, es la decisión de los 300 espartanos y sus auxiliares de mantenerse en el paso de las Termópilas. La misión de la unidad espartana enviada allí era suicida: resistir y morir. De hecho, los 300 había sido escogidos cuidadosamente. Entre la flor y nata de los caballeros espartanos todos cumplían el requisito de tener hijos varones, puesto que de ese modo no se perdería su linaje.

No obstante, nada físico les obligaba a ir y mantenerse allí, y mucho menos a sus hombres de apoyo. Jerjes reclutaba esclavos con la fuerza del látigo y mercenarios con su oro. Los espartanos se consideraban libres y se quedaron a luchar en el paso. Y eso es lo que sigue produciendo fascinación. ¿Por qué lo hicieron? ¿Qué motivación consiguió transmitirles Leónidas?

Salvando las distancias, ¿alguien conoce empresas en las que los empleados se queden horas y horas a terminar proyectos? Sin una queja, asumiendo libremente que el trabajo está ahí y que hay que sacarlo adelante. ¿Cómo se motiva así a las personas? ¿Sólo con dinero? ¿Sólo con promesas?

Para intentar aclarar qué tipos de motivos mueven a los trabajadores sería interesante describir una clasificación que elaboró el ya desaparecido profesor del IESE Juan Antonio Pérez López. En su opinión las motivaciones humanas son de 3 tipos:

Motivos extrínsecos: Lo que se recibe desde fuera. Los trabajadores trabajan por obtener una remuneración, por ganar una prima...

Motivos intrínsecos: Por lo que se siente. El trabajador consigue una satisfacción personal por el trabajo realizado, por el ambiente de trabajo, por mejorar el curriculum, por el reconocimiento social...

Motivos transcendentales: El trabajador busca que su trabajo genere beneficios a terceros: ayudar a los compañeros, la empresa alcanza sus objetivos, se contribuye a la mejora de la sociedad...

En Esparta no había paga. De hecho, en Esparta el dinero estaba prohibido y su posesión se penaba con la muerte, para borrar toda distinción derivada de la riqueza o de la cuna y declarar a todos los hombres iguales. En un momento dado Xeones reflexiona sobre su instructor y mentor y razona que ese hombre podría estar trabajando en cualquier otro ejército (cualquier otra empresa) recibiendo riquezas y honores “Sin embargo decidió quedarse en la dura academia de Lacedemonia, sirviendo sin recibir paga “ (Cap 31.). Así que los motivos extrínsecos quedan descartados

Por supuesto, los espartanos eran felices haciendo su trabajo: luchando y entrenándose para la guerra, y seguro que habría un buen ambiente en su ejército. Pero, estos motivos intrínsecos no eran suficientes. Había algo más, y ese algo más eran los motivos transcendentes que Leónidas inculcó a sus hombres: la idea de ser libres y de mantener a Grecia libre. Su sacrificio así sí tiene sentido.

“Si morimos aquí con honor, transformaremos la derrota en victoria. Con nuestra vida sembraremos el coraje en el corazón de nuestros aliados y los hermanos de nuestros ejércitos que han quedado atrás”. (Cap.34.). No es de extrañar que cuando Leónidas cae en el campo, sus soldados mueran por rescatar sus restos.

Leónidas despierta la parte más trascendente de sus hombres, más espiritual si se quiere, y ésa es la motivación más fuerte. Básicamente, si se consigue desatar esa parte de los hombres no hay límites, porque los hombres se olvidarán de sí mismos. El líder/jefe dará un “por que” hay que hacerlo y el pueblo dará un “cómo” se ha de hacer. En la empresa notaremos que los trabajadores están orgullosos de pertenecer a la misma, pues sentirán que la compañía está comprometido con ellos y ellos con la compañía.

En este punto es necesaria una matización. Existe una idea que subyace en el mito de las Termópilas: la de que existen valores por los que vale la pena cualquier sacrificio. Tomado en un sentido destructivo, como los fundamentalistas suicidas, llegaremos a resultados repulsivos. Tomado en un sentido constructivo y empresarial se podrá derivar hacia una dirección por motivos intrínsecos y trascendentes. Un camino de cooperación y trabajo, que reforzará la unidad de la organización empresarial y hará a sus miembros conscientes de sus tareas y responsabilidades. No habrá necesidad de que el director general emplee su tiempo en vigilar a sus empleados, pues estos comprenderán el valor y las consecuencias de las acciones que han emprendido.

Finalmente, la gesta Leónidas y de sus 300 espartanos sigue viva en el corazón de los griegos. Su defensa del paso permitió el mantenimiento y el posterior desarrollo de los valores que hemos dado en llamar cultura occidental. De hecho, el 2008 ha sido un año olímpico y los Juegos (creados en el año 776 a.c por el rey espartano Licurgos) han viajado en esta ocasión a China. Pero si algún lector se animara a visitar Grecia, la cuna de los Juegos, podría acercarse hasta el paso de las Termópilas para intentar recrear sobre el terreno lo que ocurrió. Si lo hace encontrará un monumento conmemorativo con unos versos del poeta Simónides (568 – 468 ac) que se han convertido en un epitafio guerrero: “Ve a decir a los espartanos, extranjero que pasas por aquí, que, obedientes a sus leyes, aquí yacemos”.


l Artículo "Lecciones de la Grecia Cásica sobre el liderazgo de las empresasd hoy"  publicado por Felipe Sánchez Coll, el 9 de septiembre del 2008 en  Rankia, comunidad financiera

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